Propuesta de modelo
Una cadena pública tiene que tener precisamente carácter de servicio público, algo que no tienen todas las cadenas ni todos sus programas. La televisión pública debe ofrecer un amplio contenido cultural, y debe de nutrirse de contenidos para un público minoritario que no encuentran espacio en las parrillas de las cadenas privadas, además de tener contenidos más comerciales. No debemos pensar que entretenimiento está reñido con cultura. Un contenido de entretenimiento puede tener valor cultural, y un contenido con una función clara de divulgación cultural puede ser entretenido.
La vocación de servicio público no es ni debe ser exclusiva de los canales públicos. Un ejemplo clarísimo de vocación de servicio público en una televisión privada, y que podría tener cabida perfectamente en una televisión pública, es el programa “Taller Canal Plus”, en el que Antonio Muñoz de Mesa entrevistaba a alguna personalidad del cine, para después dar paso a las preguntas de los alumnos de Comunicación Audiovisual de la Complutense. Este formato puede ser interesante para otras áreas si se le pone imaginación. Es un formato que no solo busca entretener al espectador, también es pedagógico. La gente pasa muchas horas delante de la televisión, si además de entretenerse puede aprender algo, mejor que mejor.
Sería imposible describir todos los contenidos que pueden tener cabida en una televisión pública, pero ahí van algunos ejemplos que podrían ser interesantes y no tienen espacio en otras cadenas o han sido maltratados en la parrilla de emisión.
Ficción audiovisual
Una televisión pública tiene capacidad de arriesgar con la selección de películas que emite. Con la proliferación de las cámaras digitales de calidad, muchos directores se han lanzado a dirigir y producir largos sin haberlos vendido primero. Películas que pasan con suerte, de los festivales a Youtube, o con mucha suerte a la sección de DVD de la Fnac. Ninguna televisión las compra para emitirlas, porque no han intervenido en el proceso de producción, y en los cines tampoco tienen hueco por la distribución por paquetes ¿Por qué no darle salida a estas películas? Una televisión pública se puede permitir comprar los derechos y emitirlas. Además, sería un impulso para que se produzca cine independiente, sin las imposiciones de las cadenas, y con un mayor control por parte de directores y guionistas. Esto es extensible para los cortometrajes y las webseries, que también podrían encontrar un escaparate en la televisión pública. Seguramente las grandes productoras de este país se opondrían a la emisión de estos contenidos, aunque se siguieran emitiendo los suyos también, pero hay que ser valiente.
Un ente público podría producir mediometrajes, un formato muy televisivo y que sin embargo escasea en las televisiones españolas por la tendencia de las cadenas a alargar los contenidos con el fin de mantener la audiencia. La televisión pública debe mantenerse al margen de esa guerra por la audiencia. Si en todo el mundo se producen series cómicas de media hora y dramáticas de 50 minutos, una televisión pública debería hacer lo mismo, porque lo que debe primar es la calidad del producto.
Una televisión pública también puede permitirse comprar títulos extranjeros que solo se ven en festivales ¿Va a emitir Telecinco una película asiática o africana? O sin cambiar de continente ¿Va a comprar los derechos de una película francesa o italiana que no haya sido un gran éxito en el cine? Y estas películas no tienen qué ser necesariamente aburridas, pueden estar cargadas de humor, tener un ritmo ágil… El cine es entretenimiento y cultura, aunque a veces pueda pesar más una cosa u otra.
Además de los encuentros posteriores con profesionales que participaron en el rodaje de las películas emitidas, también puede haber tertulias con gente que aporte algo más al visionado del film (críticos, historiadores…). El público debería acudir al plató y ser partícipe del programa, no limitarse a aplaudir cuando lo diga el regidor. También se podrían abrir vías de comunicación para que los telespectadores pudieran intervenir en las tertulias y conferencias, preguntando o dando su opinión desde casa. Llevemos el cinefórum a la tele.
Artes escénicas y música en televisión
El teatro a veces es caro (y más con el 21% de IVA cultural, ese impuesto que se cobra igual a un parado que a un empresario de postín), y sobre todo si se va en familia, pero ver la televisión es más asequible ¿Por qué no programar obras de teatro en televisión? En el clásico “Estudio 1” programaban precisamente clásicos: Moliere, Shackespeare… ¿Y por qué no autores contemporáneos? Mucha gente puede conocer a Shackespeare por las adaptaciones al cine de Kenneth Branagh, pero que ni les suene el nombre de David Desola. Puede que hayan visto alguna adaptación al cine de obras de Jordi Galcerán, pero no conozcan las obras originales. Una combinación de autores clásicos y contemporáneos estaría bien. Por mucho que los clásicos hablen de temas universales, probablemente un espectador del Siglo XXI se identificará más con autores del S XXI.
Si los autores están vivos, también se podrían organizar encuentros como los anteriormente descritos.
Esta propuesta va más allá del entretenimiento de calidad, podría ser un parche para la industria teatral. “El viaje a ninguna parte” reflejaba las dificultades de una compañía de cómicos de la post-guerra española, pero décadas después, tampoco es que hayan mejorado mucho. Los productores no suelen tener dinero para pagar los ensayos, los ayuntamientos tardan meses en pagar los cachés, y los dramaturgos no se hacen ricos ganando premios. Si la televisión pública pagase a tiempo, sería un respiro para los afortunados. Esto es extensible a la danza o el circo. Sería interesante que la televisión programase ballet clásico o danza contemporánea, pero también otros estilos desconocidos o no, como el butho o el funky.
Tampoco hay que olvidar la música en directo, tanto de músicos consagrados como de bandas que no tienen espacio en las radiofórmulas.
Otros contenidos
Por otro lado, también puede comprar los derechos de emisión de deportes minoritarios como el baloncesto, producir programas monográficos para aprender a tocar un instrumento o un idioma, contenidos en versión original subtitulada, folclore…
Un horario apropiado
Emitir contenidos como los descritos a lo largo del texto no sirve de nada si se programan a horas intempestivas, o si se interrumpen con interminables bloques publicitarios. Los contenidos sobre cine, música y artes escénicas deben programarse en prime time o por la tarde, no a las doce de la noche.
Televisiones autonómicas
Si hablamos de una televisión autonómica en una comunidad con lengua propia, la mayoría de contenidos deberían ser en esa lengua, para fomentar su normalización en la sociedad. Puede que en Catalunya el catalán esté asentado, pero en muchas zonas de la Comunidad Valenciana se desconoce nuestra lengua. La televisión puede ser de gran ayuda para ampliar vocabulario y mejorar la pronunciación, o para aprender frases hechas. Es una forma más amena de aprender que el verse obligado a estudiar una lengua porque puntúa mucho en unas oposiciones, y genera más cariño por nuestra lengua y nuestra cultura que la casi imposición.
Lo que no se debe hacer
Por último, quiero dar algunas pinceladas de lo que no se debe hacer. No se deben usar los informativos como medio de propaganda política del gobierno, los informativos deben ser plurales y críticos. Tampoco se deben usar para publicitar los contenidos que emite o produce la cadena, para eso ya está la publicidad.
Si las cadenas privadas quieren competir entre ellas copiando formatos de éxito, adelante, pero no creo que una televisión pública deba entrar en esa guerra. Me parece más interesante arriesgar e innovar antes que copiar.
Para finalizar, no debe emitir programas de prensa rosa. Ya hay una oferta más que suficiente en las privadas para quien quiera verlos, y no me parece que tengan calidad suficiente para emitirse en un ente público.